Trabaja con Nosotros

5 actitudes personales clave para trabajar en nuestro centro

 

  1. Paciencia y calma. El mundo de los niños no sigue el ritmo de los adultos. Habrá berrinches, frustraciones, preguntas repetitivas y momentos de caos. Mantener la calma te permite ser un modelo a seguir y responder a las situaciones de manera constructiva en lugar de reaccionar impulsivamente. La paciencia te permite dar a los niños el tiempo y el espacio que necesitan para procesar emociones y aprender a su propio ritmo.

  2. Empatía y sensibilidad. Un niño es un individuo con sus propias emociones, miedos y alegrías. Ser capaz de ponerte en su lugar y entender cómo se sienten te ayuda a conectar con ellos a un nivel más profundo. Un enfoque empático te permite reconocer cuándo un niño está molesto o asustado, y responder con la sensibilidad necesaria para tranquilizarlos y hacerlos sentir seguros.

  3. Flexibilidad y adaptabilidad. No hay dos días iguales cuando trabajas con niños. Las rutinas pueden cambiar, los planes pueden fallar y las necesidades de los niños evolucionan constantemente. Ser flexible te permite adaptarte a estas sorpresas de manera positiva y encontrar soluciones creativas sobre la marcha. La rigidez puede generar frustración tanto en ti como en los niños, mientras que la adaptabilidad mantiene el ambiente relajado y productivo.

  4. Entusiasmo y creatividad. Los niños se nutren de la energía positiva. Un adulto que muestra un entusiasmo genuino por lo que hace puede convertir una tarea simple en una aventura. Utilizar la creatividad para planificar actividades, contar historias o resolver problemas hace que el aprendizaje sea divertido e interactivo. Tu entusiasmo es contagioso y puede inspirar a los niños a explorar, a ser curiosos y a disfrutar del proceso de crecimiento.

  5. Comunicación clara y respetuosa. La forma en que te comunicas con los niños es fundamental. Esto significa usar un lenguaje que puedan entender, escuchar activamente lo que tienen que decir y validar sus sentimientos. Evita el sarcasmo o el lenguaje condescendiente. Hablarles con respeto, como lo harías con cualquier otro ser humano, les enseña a valorarse a sí mismos y a tratar a los demás de la misma manera.